Sin embargo, se incluyen alucinaciones y otros síntomas que corresponden a un pequeño componente de la condición. Se detallaron tres tipos: maniaco, depresivo y otro. El maniaco caracterizado por irritabilidad, el depresivo por inhibición y el otro por un estado pseudo-cíclico. En 1968, se publicó la segunda edición en donde se describe, la depresión maníaca como una enfermedad maníaco depresiva y clasificada como un desorden afectivo. La descripción, detalla estos desórdenes como “un solo desorden del estado anímico. Se caracterizó finalmente la enfermedad maníaco depresiva con cambios de ánimo y la tendencia a remitir y recurrir una y otra vez. Se detallaron tres tipos: maniaco, depresivo y cíclico. Al estado maníaco se le agregó la posible presencia de un periodo breve de depresión leve. El estado depresivo permaneció similar a la decisión anterior. Por último el estado cíclico se caracterizó por la distinción de al menos un ataque de ambos episodios tanto maníacos como depresivos. En 1980, se escribió la tercera edición donde se caracterizó la enfermedad con específicos criterios para su diagnóstico y estableció la definición moderna de “desorden bipolar”. Se detallaron los episodios maníacos y los episodios depresivos al igual que la posibilidad de episodios mezclados. De esta manera, se trazó la distinción entre depresión unipolar y depresión bipolar. Para separarlo de otros diagnósticos, se empezó a tomar en consideración el historial médico familiar de desórdenes afectivos. Los criterios para el diagnóstico de un episodio de manía incluyen: un incremento en la actividad social, en el trabajo o sexual, una mayor tendencia a hablar y otros factores asociados a la grandeza, etc. De igual forma, se establecieron criterios para los otros tipos y la necesidad de la presencia de dichos síntomas durante un tiempo específico. De aquí en adelante, se comenzó a solidificar el concepto que tenemos de trastorno bipolar y a marcar sus distinciones respecto a otras condiciones e incluso los subtipos que presenta.
Entre las estadísticas más observadas se muestra que aproximadamente 60 millones de personas en todo el mundo padecen de trastorno bipolar. Se estima que durante 12 meses puede llegar hasta 0.6% para el trastorno bipolar I y hasta 0.8% para el trastorno bipolar II. La prevalencia combinada puede llegar hasta 1.4%, siendo las tasas mayores de 2.7% en jóvenes de 12 años o más. La bipolaridad suele ser más frecuente en países ricos que en los pobres, estando entre 1.4-0.7% y entre los separados, divorciados y viudos que entre casados. A su vez, hay hasta 10 veces más riesgo de padecer trastorno bipolar entre los familiares de personas con trastorno bipolar I y II de acuerdo al grado de parentesco. A pesar de que se suelen diagnosticar luego de los 15 años de edad, pueden presentar síntomas desde mucho más temprano y coexistir con otros trastornos tales como ansiedad y ADHD.
Se divide en tres fases, estas son I, II, y III. El desorden bipolar I presenta períodos de manía y depresión, de los cuales pueden ser intensos y extremos por naturaleza. Es el tipo más grave, debido a que, puede presentarse de manera diferente en las personas. Entiéndase, algunas experimentan más episodios de depresión que de manía, más episodios de manía que de depresión, o manía y depresión al mismo tiempo. Tiene una prevalencia de 0.6%. El desorden bipolar II comparación con el bipolar I, es una forma menos grave de trastorno bipolar. Trae con sí episodios de depresión crónica, los episodios de euforia emocional son hipomaníacos y no causan el mismo nivel de interrupción que la manía. Tiene una prevalencia de 0.8%. Por último, el trastorno ciclotímico es la forma más leve del trastorno bipolar. Aunque presenta episodios de depresión e hipomanía, los síntomas de este tipo ocurren con menos frecuencia y no causan el grado de devastación que pueden causar los trastornos bipolar I y bipolar II. Tiene una prevalencia que ronda entre 0.4-1%. La recuperación suele ser completa entre episodios. La incidencia en los dos sexos es más parecida, comparada con otros trastornos del estado de ánimo.
Se cree que la aparición del trastorno bipolar se debe a una serie de influencias. Se sabe que la historia genética, la composición fisiológica, el medio ambiente y otros factores de riesgo de una persona contribuyen al desarrollo de esta condición de salud mental. A continuación una breve descripción de los factores. Los estudios han demostrado que los factores genéticos provocan que los hijos nacidos de padres con un trastorno bipolar tienen una probabilidad 15 a 25% mayor de desarrollar esta enfermedad, en comparación con los individuos que no tienen antecedentes genéticos similares. Además, se piensa que los hijos cuyos padres tienen un trastorno bipolar experimentan la aparición de los primeros síntomas 10 años antes que sus padres. El desequilibrio químico en el cerebro es el factor más dominante en el desarrollo del trastorno bipolar. Los neurotransmisores son los químicos responsables de enviar mensajes a las distintas áreas del cerebro. Cuando ocurre un desequilibrio, el riesgo de que la persona experimente la aparición de los síntomas del trastorno bipolar se incrementa exponencialmente. Los factores ambientales pueden jugar un papel en la aparición del trastorno bipolar cuando la persona tiene una predisposición genética a dicha enfermedad. Algunos de estos factores ambientales pueden darse cuando la persona experimenta un trauma, presenta cambios importantes en su vida o es víctima de una situación continua de abuso y/o abandono. Adicionalmente, los cambios químicos que ocurren en el cerebro cuando un individuo abusa de las drogas y/o el alcohol pueden ocasionar la aparición de los síntomas de una manera más temprana o más rápida si dicha persona tiene una predisposición genética a esta enfermedad.
Los factores de riesgo envueltos en éste son los siguientes: antecedentes familiares de una enfermedad mental, especialmente trastorno bipolar o depresión, presencia de una enfermedad mental existente, como la ansiedad, antecedentes personales o familiares de abuso de sustancias
nocivas, ser víctima de distintos tipos de abuso o abandono, experimentar un trauma severo, pasar por cambios significativos o estresantes en la vida.