En la actualidad, aún se desconoce la causa exacta que provoca dicho desorden. A pesar de esto, se han establecido una serie de posibles factores y áreas involucradas en su padecimiento; El principal factor de riesgo es de origen psicológico. Estudios sugieren que existen emociones específicas que tienden a impulsar los episodios de atraco como lo son la tristeza, el enojo, la frustración, los celos y la culpabilidad, entre otras. Además, es necesario acotar que cada una de esas emociones surgen a partir de un contexto interpersonal, esto quiere decir que las condiciones sociales que experimenten los individuos cumplen un papel crucial en la severidad de padecimiento del desorden. Tomar esto en consideración, es sumamente importante debido a la situación pandémica actual, el aislamiento social y el estrés producido podrían significar un gran problema de interacción interpersonal lo que podría ocasionar a su
vez un mayor efecto negativo, por ende, una mayor cantidad de episodios de atraco, empeorando así la severidad del Binge Eating Disorder.
Por otra parte, algunos estudios sugieren que las personas que padecen de esta condición son incapaces de lidiar correctamente con emociones negativas, es decir, carecen de la habilidad de manejar efectivamente y responder ante estresores resultantes de los eventos cotidianos. De hecho, debido a esto, recurren a la ingesta de alimentos como mecanismo de respuesta, dichos alimentos suelen ser altos en azucares, por tanto, producen obesidad. Comer, únicamente provee un alivio temporal, por lo que dicho proceso suele repetirse constantemente. Para culminar el factor psicológico, es necesario resaltar que otros estudios también sugieren que las personas con Binge Eating Disorder están menos consientes de sus emociones, esto quiere decir que tras experimentar una emoción negativa no siempre pueden enlazar correctamente un sentimiento en particular a dicha emoción. Para entender esto de una mejor manera usare un ejemplo. Supongamos que un individuo con este desorden está en un aula de clases y la profesora hace una pregunta; Acto seguido el individuo la contesta mal. La profesora lo corrige de manera adecuada y continua con la clase. Una expresión sentimental correcta ante este estimulo negativo podría ser la confusión. Sin embargo, un individuo incapaz de estar consciente de sus emociones podría manifestar enojo, llevándolo así a empeorar su situación.
Además, también existen diversos factores neurobiológicos asociados al Binge Eating Disorder. El primero de ellos, es la posible existencia de una perturbación en la señalización dopaminérgica y el control del circuito de impulsividad. Una prueba de que el sistema dopaminérgico está involucrado es que se ha reportado que la administración de antagonistas dopaminérgicos se ha relacionado con el incremento del apetito y por el contrario la administración de agonistas dopaminérgicos reduce la ingesta de comida. Estudios indican que el sistema mesolímbico cumple un rol a través de la liberación fásica de dopamina. Curiosamente, esta ruta es a su vez influenciada por péptidos oxigénicos como la ghrelina, la orexina y el neuropéptido “Y”, los cuales cumplen la función de estimular el apetito actuando en receptores específicos localizados en el tronco encefálico dopaminérgico que modulan la proyección ascendente de la dopamina del área tegmental ventral hacia el núcleo accumbens. Esta ruta no solo provee un mecanismo integrativo entre el apetito, la ingesta de comida y el comportamiento motivacional si no también se atenúa para un comportamiento relacionado a las recompensas.
Por otra parte, existen estudios que demuestran que el flujo sanguíneo es significativamente superior tanto en la región frontal como en la región prefrontal de la corteza cerebral en pacientes obesos con Binge Eating Disorder ante un estímulo de alimentos luego de hacer ayuno. Esto indica que existe una correlación positiva entre el hambre y el flujo sanguíneo de la corteza prefrontal. En contraste, los individuos con Binge Eating Disorder, demostraron un incremento de la actividad prefrontal luego de presenciar señales de comida sabrosa. Por otra parte, la región orbitofrontal parece ser un área critica que distingue la reactividad de las señales de comida en este desorden respecto a las personas que padecen otros desórdenes alimenticios y personas sanas. La actividad de esta zona se encuentra positivamente correlacionada con la sensibilidad de recompensa y el rasgo de ansia por comida. El rol de la corteza orbitofrontal en el Binge Eating Disorder es particularmente relevante debido a su rol en el gusto, adicionalmente esta región integra la información sensorial externa para enviar señales del valor subjetivo de los estímulos recibidos, por lo tanto, contribuye enormemente a la toma de decisiones del comportamiento en función de la recepción de estímulos externos como la comida.
Por último, tras la realización de un estudio de resonancia magnética, se determinó que la condición estructural neuroanatómica de las personas con Binge Eating Disorder difiere de la condición de aquellas personas que no padecen dicho desorden y también de aquellas personas que padecen específicamente de bulimia. Lo que ocurre es que el volumen de la materia gris de la corteza medial orbitofrontal es mayor para las personas con Binge Eating Disorder respecto a las personas sanas que no padecen dicha condición, pero es igual respecto a aquellas personas
que padecen bulimia. Sin embargo, los individuos con Binge Eating Disorder tienen significativamente menos volumen de materia gris en el estriado.
Para ir culminando con el podcast, me gustaría hablar acerca de los tratamientos que hay disponibles para tratar el Binge Eating Disorder. En primer lugar, me enfocare brevemente en los tratamientos no farmacológicos.